martes, 22 de julio de 2008

Todos los animales son un regalo de Dios Cuidemoslo


Cuando se ejerce un dominio apropiado sobre los animales, los resultados pueden ser muy positivos. Algunas personas quieren tanto a su mascota que llegan a considerarla como parte de la familia. Tal relación se observa desde hace miles de años, como lo atestigua un relato bíblico acerca de un hombre pobre y “una cordera, una pequeña”. Según le contó el profeta Natán al rey David, la cordera “comía” del “bocado” del hombre pobre y “de su copa bebía, y en su seno yacía, y vino a serle como una hija” (2 Samuel 12:1-3).
Hoy día, muchas personas concuerdan en que un animal a veces se convierte en un compañero querido, un miembro más de la casa. Veamos lo que le sucedió a una familia que vive cerca de Harare, la capital de Zimbabue. Los padres le compraron a cada hijo un cachorro para que les hiciera compañía. Cierto día, uno de los niños, que tenía ocho años, salió a pasear con su perro. De repente bajó de un árbol una gran serpiente venenosa, una mamba, que se quedó frente a él. Cuando se lanzó a atacar al pequeño, el perro intervino como un rayo y salvó la vida del niño. ¿Se puede usted imaginar el cariño que la familia sentía por esa mascota?
Para los sordos
son especialmente valiosos los perros adiestrados para brindarles ayuda. Una mujer explica: “Cuando Twinkie escucha el timbre, viene, me da un golpecito en la pierna y me lleva a la puerta. Cuando oye el timbre del reloj del horno, también acude corriendo a donde estoy y me hace seguirla. Si hubiera humo o sonara la alarma de fuego, Twinkie está entrenada para llamar mi atención y acostarse para indicarme el peligro”.

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